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Por supuesto que a un muchacho de corta edad cualquier suceso le va a impresionar bastante más que a un adulto. Veamos los que tuvieron más difusión.
El viaducto.-
Un hecho muy típico desde su construcción era el uso del viaducto de la calle Segovia (más conocido como Puente de Los Suicidas) para quitarse la vida (en algunos casos para teatralizarlo). Como iba mucho por la calle Segovia, solía ver suicidios (reales) frecuentemente.
Su enorme altura (23 metros) lo convertía en el lugar ideal para el suicidio casi desde su inauguración en 1875, pues ya una semana después de ésta los periódicos daban la noticia del primer suicidio y del segundo ocho días más tarde. Ambos serían sólo los primeros de una larga lista que iría forjando la triste leyenda del viaducto como destino por excelencia para los madrileños que eligen poner fin a su vida.
También fue famosa la historia del suicidio fallido de una mujer.
En 1875, la sociedad no permitía a una mujer de clase alta disfrutar del amor que sentía por una persona sin riquezas que ofrecer como dote a su exigente familia.
Comienza nuestro melodrama con una hermosa joven de familia bien, enamorada de un apuesto, pero pobre, de zapatero de Carabanchel. La familia bien de la chica bien, por supuesto, prohíbe a su hija que se case con el zapatero. La pobrecilla chica no soporta el dolor de estar separada de su apuesto, pero pobre, mozalbete. Llevada por la desesperación, pues no quería seguir adelante en la vida sin su amor, se sube a lo alto del viaducto.
Como esto es un melodrama en toda regla, todo está listo. El viento le golpea la cara, cierra los ojos, aprieta los puños...y salta. Pero, ¡oooh, milagro madrileño! Parece ser que, durante la caída, su falda o sus enaguas se inflan, se hinchan como un globo, se transforman en una especie de paracaídas que frena la velocidad fatal de su descenso (en la prensa se leía que había descendido 'planeando').
La chica acaba en el suelo, algo magullada, con los ojos como platos y, ¡atención!, con solo un tobillo roto. 23 metros de caída y un tobillo roto. ¿Es o no es un milagro melodramático?
Los padres agradecidos con el milagro cambiaron de parecer y al final ella y su zapatero pudieron casarse y vivieron felices, y comieron perdices, y bla., bla., bla., ....
Cuando hablaba de 'teatralizar' el suicidio, me refiero a la historia del conocido como suicida romántico. Y es que está persona realizaba suicidios FRUSTADOS una y otra vez.
Y es que esta persona no quería suicidarse, ¡qué 'napias'. Lo que quería es divulgar el hecho de que le habían 'dado calabazas'. Por ello se tiraba dónde aún era bajito (arranque hacía la calle Mayor) y había hierba.
El incendio de la calle Carretas.-
Hubo una serie de hechos acontecidos en el centro de Madrid que me impresionaron bastante.
Uno fue el incendio de la calle Carretas, calle en la que habrá habido más pero por mucho tiempo este fue “el incendio de Carretas”. No ha sido de los más trágicos que ha sufrido Madrid, pero a mí me causó gran impresión primero, porque yo era un niño y en esa etapa de la vida todavía no se te ha erosionado la capacidad de impresionarte, y en segundo por las extraordinarias circunstancias, hoy inimaginables, que lo rodearon.
Chaguaceda era un almacén de tejidos ubicado en los pisos tercero y cuarto del número 12 de la calle Carretas. El día 24 de septiembre de 1960, entre las diez y diez y cuarto, se declaró un incendio en el piso tercero, parece ser que por un cortocircuito.
Los heridos, algo inimaginable hoy, fueron evacuados a las “casas de socorro”, en taxis y coches particulares. Aún no existía el SAMUR.
El incendio de la calle Montera.-
Otro incendio que causó impacto en la época fue el ocurrido en la tarde del día 4 de septiembre de 1987 en uno de los almacenes más populares de la capital: los almacenes Saldos Arias, en el número 29 de la calle Montera.
La combustión de los materiales que se almacenaban en Saldos Arias provocó una intensa humareda que dificultaba la respiración en la zona. Las llamas crecían sin parar. Pese a trabajar con máscaras, muchos de los bomberos, hasta una treintena a medianoche, resultaron intoxicados.
Hacia las tres menos cuarto de la mañana, el incendio parecía extinguido. De repente, uno de los sótanos se hunde y arrastra en la caída a los forjados de la parte central del inmueble, muy debilitados por la acción del fuego. El desplome deja atrapados a varios bomberos.
En los primeros momentos, fue difícil concretar cuántos eran los afectados: se sabía sobre los que estaban de servicio, pero no sobre los que se habían presentado voluntarios pese a estar en su día libre.
Lo que comenzó la tarde del 4 de septiembre de 1987 como un incendio (importante) en uno de los almacenes más populares de la capital, se transformó ocho horas después en la mayor tragedia sufrida por el Cuerpo de Bomberos de Madrid: diez de sus hombres perdían la vida sepultados bajo toneladas de escombros, cuando el inmueble se desplomó sobre ellos.
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Incendio de la cúpula del edificio Adriática.-
Otro incendio que me impresionó fue el ocurrido en la cúpula-mirador del edificio Adriática, cuyo edificio está desde 1928 en la Gran Vía de Madrid (haciendo esquina con la plaza de Callao).
Fue un incendio espectacular pero sólo afectó a la cúpula, que quedó en la estructura la cual se reconstruyó en poco tiempo. Fue causado por un cortocircuito del luminoso.
Me impresionó no por sus dimensiones si no por que se veia perfectamente desde mi casa y por que tenía poco más de 4 años (sucedió el día 10 de diciembre de 1958).
Terrorismo de ETA en la calle del Correo.-
El día 13 de septiembre de 1974 (un año después de asesinar a Carrero Blanco), los terroristas de ETA colocaron un unos 30 kilos de dinamita rodeados de tuercas para ejercer de metralla en los aseos de la cafetería Rolando, sita en el número 4 de la calle del Correo, calle que desemboca en la Puerta del Sol.
Aunque el atentado iba dirigido hacía los numerosos policías de la cercana Dirección General de Seguridad (situada en el edificio de enfrente) que la frecuentaban, también sesgó la vida de numerosos civiles, pues el artefacto explotó sobre las 14:35 horas, en un momento de gran afluencia de visitantes por ser la hora del almuerzo. Más de ochenta personas resultaron heridas, doce de las cuales murieron instantáneamente o al poco tiempo.
Se atribuye la autoría del atentado a Bernard Oyarzábal y Lourdes Cristóbal, matrimonio que vive en Bayona (Francia). Nunca fueron juzgados y, tras la amnistía de Adolfo Suárez en 1977, todos los apresados por este crimen salieron de la cárcel sin reconocerse a ciencia cierta quiénes fueron los verdaderos culpables de esta masacre.
Finalmente (44 años después) ETA militar admitió en su boletín informativo de abril de 2018 que el atentado había sido obra de ETA; poco después de anunciar su disolución.
A mi que me encontraba sentado en mi casa, a más de 300 m. del lugar del hecho, la explosión del artefacto me levantó del sofá.
Terrorismo del Grapo en la calle de Goya.-
Años más tarde, el día 26 de mayo de 1979, el GRAPO colocó un artefacto explosivo en la cafetería California 47, sita en la calle Goya 47 de Madrid. Como resultado de la deflagración fallecieron 9 personas y resultaron heridas otras 61.
Curiosamente, me enteré de la explosión cuando me dirigía a esta cafetería con la que había quedado con una persona.
Derrumbe de la fachada en la calle Señores de Luzón.-
Los pisos de balcones andaluces y vegetación frondosa en el número 4 y 6 de la callejuela de Señores de Luzón son 'las casas bonitas', la envidia de muchos vecinos en el Madrid de los Austrias. En este céntrico barrio de palacetes y casas señoriales de piedra no pasan desapercibidas la hiedra y los laureles a la entrada de estos edificios amarillos. Eso es lo que turistas y paseantes ven por fuera en esta encantadora callecita de adoquines que conecta la Plaza de la Villa y la calle Mayor con la placita de Santiago.
Pues cuando era un niño, se derrumbo la fachada del número 4 (el de la la fachada blanca en la imagen) y como vivía cerca me acerque a verlo (y es que ya desde en mi puericia no perdía ocasión de meter mis 'napias' allí donde cupiesen). Pues se veían perfectamente las habitaciones y, en una de ellas estaba colgada la foto de una niña vestida de 1ª Comunión.
Aquella visión me impactó y hoy, casi 60 años después, la tengo grabada en mi mente.
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