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La iglesia de San Ginés es una de las más antiguas de Madrid. Está situada en el número 13 de la calle del Arenal (a unos 80 m. de la Puerta del Sol) y esto lo cuento por que quiero, ya que en ella fue donde hice la Primera Comunión.
Pues bien, según la leyenda en esta iglesia sucedieron unos hechos terroríficos en el año 1353. Bajo el reinado de Pedro I, unos ladrones se adentraron en el citado lugar sagrado para saquear cualquier objeto de valor: joyas, cálices, ornamentos, etc.
Sin embargo, no repararon en la presencia de un anciano que se encontraba orando en dicho momento. Los malhechores, sin contemplaciones, se emplearon a fondo, con crueldad y sin piedad alguna; le decapitaron con tal brutalidad que la cabeza estaba prácticamente separada del cuerpo. Un reguero de sangre daba testimonio de aquel terribles día.
Este suceso envolvió de tristeza el barrio. El hecho se convirtió en terror cuando una sombra sin cabeza se presentó días más tarde en la citada iglesia. Esta visita inesperada volvió a repetirse con un único fin: revelar la identidad de sus asesinos. Estos acontecimientos trascendieron a todo el territorio hasta que los ladrones fueron capturados, prendidos y condenados a muerte por orden del rey. Así, los asesinos fueron precipitados al barranco.
Pero, contra pronóstico, aquel final no sellaba su descanso. Pues, varios mendigos han sido testigos de ruidos extraños, que se ha unido a la sensación de estar siendo observados. Un testimonio escalofriante que invita a los más osados, al menos por curiosidad, a corroborar o desmentir tal experiencia en primera persona.
Así que, desde entonces, el fantasma de este hombre se levanta y como guardián parece vigilar para que un hecho así no vuelva a pasar. Un guardián que impone respeto pues lleva 668 años muerto.
La iglesia atesora más historias curiosas. Una de ellas está relacionada con un tal Alonso de Montalbán, un caballero al servicio de los Reyes Católicos que estuvo a punto de ser zampado por un cocodrilo en América. Mientras luchaba con el caimán, el hombre recabó la ayuda de la virgen de los Remedios para salir bien del trance.
De vuelta a Madrid sano y salvo, pagó una talla de esa Virgen, que complementó con el reptil disecado a sus pies. Instaló ambos en San Ginés. Nadie previó que el exótico animal atraería la atención de los feligreses más que cualquier imagen religiosa. El hecho incomodó tanto a las autoridades que ordenaron la retirada del animalillo. No se sabe adónde fue a parar, probablemente a algún almacén eclesiástico donde permanecerá olvidado.
Curiosamente, una de las obras de arte más importantes de cuantas se conservan en Madrid, paradójicamente no se puede admirar en unas de sus ilustres pinacotecas sino en esta iglesia, en la que, en su interior se guarda un fabuloso secreto que lleva la rúbrica de El Greco.
Estamos hablando de la obra titulada ‘Expulsión de los Mercaderes del Templo’ o también conocida como ‘La purificación del Templo’.
La historia de esta obra es de lo más singular. Fue donada a la parroquia en el año 1700 por un miembro de la Real Congregación del Santísimo Cristo de la Redención a cambio del pago de la redención de su alma.
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En torno a esta iglesia de San Ginés existen dos curiosidades.
Una de ellas es que adosada a sus muros se encuentra una de las librerías más antiguas de España, la Librería San Ginés.
Situada, como se ha dicho adosada a la iglesia de San Ginés, entre la calle Arenal y la calle Mayor, en el pintoresco Pasadizo de San Ginés, cerca de la chocolatería más famosa de Madrid, en ella se pueden encontrar auténticas joyas literarias. Sus orígenes se remontan al siglo XVII, ya que el primer librero del que se tiene constancia fue Diego Logroño, en 1650.
Su especialidad son los libros antiguos y de segunda mano, desde narrativa a manuales técnicos de medicina, arte o filosofía. En las mesas colocadas a pie de calle se mezclan ejemplares únicos y especiales con guías de la ciudad o referencias de política, lo que, unido a sus grandes oportunidades a precios económicos, convierte a este santuario de las letras en un paraíso de coleccionistas y curiosos.
La otra es una de las chocolaterías más famosas de Madrid, la Chocolatería de San Ginés, situada a la derecha del Arco de San Ginés, que da paso al pasaje del mismo nombre. Cuando yo era niño, la Chocolatería de San Ginés era solo churrería y a ella iba a comprar los churros, porras y buñuelos para desayunar.
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