NOTA.- Pulsa sobre las imágenes para verlas a mayor tamaño y con su pie de foto correspondiente.
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Puerta Cerrada y Las Cavas Alta, Baja y de San Miguel. Calle de Cuchilleros-
La plaza de Puerta Cerrada, en que confluyen por una parte, La Cava Baja, la calle Cuchilleros y la calle Gómez de la Mora, y por otra, la calle de Segovia y las calles de Latoneros y de Tintoreros (pequeñas calles que desembocan en la calle de Toledo, la última atravesando la plaza de Segovia Nueva).
El nombre de Puerta Cerrada tiene su origen en la puerta que limitaba Madrid por este lado y que estuvo cerrada por mucho tiempo porque allí se sucedían robos y asaltos, A comienzos del Siglo XVII, el Ayuntamiento decidió construir cuatro fuentes de gran tamaño, eligiendo la plaza de la Puerta Cerrada para una de ellas. Esta fue construida en el año 1618, y en 1847 quedaban cuatro caños en uso de los dieciséis primitivos.
Está en una zona al sur de la plaza Mayor, caracterizada por el gran número de tascas y mesones que se encuentran en ella. Por ejemplo, la Cava Baja, reúne en sus escasos 300 metros, 50 establecimientos hosteleros. Sobre la Cava Baja y la calle paralela de la Cava Alta dedico un artículo al que puedes acceder pulsando AQUÍ, por tanto, nos centráremos en las otras calles que concurren.
En la misma plaza de Puerta Cerrada, y en su número 11, se encuentra la taberna-restaurante Casa Paco, tasca que destaca por su colorida fachada. Los platos de su cocina son los tradicionales, destacando las carnes a la brasa y los callos a la madrileña, regados con Valdepeñas como las demás tascas de la zona (aunque dispongan de otros).
Entre su clientela se encontraban famosos del mundo taurino de la época, como Curro Romero o Paco Camino. Muchos aficionados durante la Feria de San Isidro, tenían por costumbre comer en Casa Paco antes de ir a la plaza.
La Cava de San Miguel, es una calle también con un elevado número de tascas y mesones, que nace en la plaza de San Miguel (en la que se encuentra su famoso mercado), y muere donde nace la calle de Cuchilleros, calle que desemboca en la plaza de Puerta Cerrada.
En la unión de ambas calles nos encontramos El Arco de Cuchilleros, pasaje histórico que las une con la Plaza Mayor. En la parte inferior de esta escalinata se encuentran Las Cuevas de Luis Candelas, mesón de cocina tradicional con su característico portero vestido asemejando a un bandolero, Y por qué el nombre de este restaurante, pues por que se encuentra en el lugar en que se encontraba la guarida del bandolero más famoso de Madrid, Luis Candelas.
El Arco de Cuchilleros (cuya denominación oficial es: 'Calle de la Escalerilla de Piedra') es uno de los accesos a la Plaza Mayor, pero, ¿Arco de Cuchilleros?, ¿calle de Cuchilleros?, ¿por qué reciben este nombre?. Vamos a ver por que.
En la calle de Cuchilleros (continuación desde el Arco de la Cava de San Miguel) se asentaban las personas pertenecientes al gremio de aquellos que hacían cuchillos. ¿Y por qué estaban aquí? En la plaza Mayor, en la fachada en la que está situado el Arco (frente a la Casa de la Panadería) se encontraba la Casa de la Carnicería, que era el depósito central de carne y desde donde se distribuía a todos los mercados de la ciudad, y los carniceros que en ella trabajaban despiezando y demás, necesitaban buenos cuchillos. Por ello, los cuchilleros se establecieron en las inmediaciones.
Al comienzo de la escalinata, a ras de la plaza Mayor, existe a la derecha una especie de púlpito. Desde este púlpito en el mes de mayo del año 1808, un fraile del convento de San Gil arengó a los madrileños allí concentrados para que se sublevasen contra las fuerzas invasoras francesas. Fue lo dio origen a la Guerra de la Independencia.
Junto a este púlpito coronado por una barandilla metálica (barandilla que en 1978 fue robada en varias ocasiones y, otras tantas repuesta por el Ayuntamiento de Madrid)
Al lado del púlpito, nos encontramos con un portal donde el escritor Benito Pérez Galdós situó la vivienda de Fortunata, unas de las protagonistas de su famosa novela Fortunata y Jacinta.
Como ya he dicho, a la altura del Arco de Cuchilleros muere La Cava de San Miguel y nace la calle Cuchilleros que va a terminar en la plaza de Puerta Cerrada. En esta calle, y en su número 17, se encuentra un restaurante que, según el Libro Guinness World Records, es el restaurante más antiguo del Mundo, Casa Botín.
Referente de la mejor cocina tradicional en Madrid, fue fundado en 1725 y desde entonces ha permanecido abierto ininterrumpidamente, superando la Guerra Civil Española y la Pandemia de Coronavirus de 2020, estando especializado en cochinillo y cordero asados, que se asan en un viejo horno de leña, horno que ha permanecido en funcionamiento desde su fundación, estos se saborean en su comedor abovedado. Como curiosidad, Francisco de Goya estuvo trabajando en sus cocinas en 1765 (con 19 años).
Donde la Cava de San Miguel cambia a llamarse calle de Cuchilleros, frente al arco del mismo nombre, nace una calle de muy corta longitud, calle de Maestro Villa que desemboca en la plaza del Conde de Barajas, plaza que a su otro extremo, en la calle de la Pasa, se encuentra el 'Archivo Histórico Diocesano de Madrid'. Existía un dicho: 'El que no pasa por la calle de la Pasa no se casa'. El origen de este dicho es que en ella estaba el Palacio Arzobispal, que hacía que todo aquel que quisiese contraer matrimonio tuviese que pasar por la sede del arzobispado.
El Palacio Real y Catedral de La Almudena.-
La Plaza de Oriente y aledaños.-
De carácter monumental, forma cuadrangular y cabecera curvada, la plaza de Oriente (en la que de pequeño he jugado ocho ... ocho mil veces) está presidida por dos de los edificios más relevantes de la capital, a occidente el Palacio Real y a oriente el Teatro Real. Además, esta plaza monumental, alberga la estatua ecuestre de Felipe IV, obra que está considerada como la primera estatua ecuestre del mundo sujetada únicamente por las patas traseras del caballo.
La plaza de Oriente debe su nombre a que se encuentra ubicada al este del Palacio Real. A su lado, dos pequeños ajardinamientos: al sur la plaza de Lepanto y al norte los Jardines de Cabo Noval. Está rodeada por un grupo de estatuas (20) dedicadas a los monarcas de España (Conocidas popularmente como los reyes gordos). Inicialmente estas estatuas eran las de todos los reyes de España pero, se redistribuyeron por Madrid y otras provincias españolas, quedando en la plaza de Oriente las 20 indicadas.
En Madrid pueden verse, además de en la propia plaza de Oriente, en el parque de El Retiro y en los Jardines de Sabatini y en otras provincias, se pueden contemplar en el paseo de Sarasate de Pamplona, referidas a los reyes navarros, así como en el paseo del Espolón de Burgos y en el parque de la Florida de Vitoria.
Nota importante: Hace tiempo (en mi niñez), cuando existía circulación rodeando la parte central, esta separaba las plazas laterales y el grupo de estatuas de los reyes gordos.
En la plaza de Oriente es típico visitar 'El Palacio Real' y 'El Teatro Real', pero, para los más pequeños, desde poco después de la Guerra y hasta el comienzo de los años setenta, había otra atracción. Era 'El Cochecito Leré' que iba tirado por el burro 'Perico'. Después de montar en él se solía ir a visitar al 'barquillero'.
'El Cochecito Leré', al cual también se le conocía como 'el carrito de las campanillas', daba la vuelta a la plaza de Oriente haciendo las delicias de los 'peques'. Los chavales podíamos elegir entre ir montados en el burro (por un poco más de dinero y con las piernas sujetas, no nos fuéramos a caer), sentados en el pescante o montados en el interior.
Y es que 'El cochecito Leré' hizo durante varias generaciones las delicias de los más pequeños, una atracción infantil de lo más sencilla. Nada tenía que ver con los juguetes que actualmente los más pequeños utilizan para entretenerse. Cuatro ruedas y un borriquito, no hacía falta mucho más, durante años el motivo más ilusionante que tenían los más jóvenes para ir a la Plaza de Oriente.
En un Madrid que aún pugnaba por recuperarse de una guerra que le dejó no pocas cicatrices, casi con toda seguridad los tintineos de las campanillas del cochecito y las risas de los niños que viajaban en él ayudaron a que estas heridas se cerrasen un poquito antes.
Los jueves por la tarde acudían las 'chachas' con sus novios y no dudaban en montar a los niños en el carricoche para tener así unos minutos de intimidad con el 'noviete'. De modo que cuando el carrito terminaba su viaje, a las buenas mozas se les notaba el color rojo de sus mejillas.
Recuerdo haber montado en él (tendría alrededor de 1 año), ya que mi madre me solía llevar bastantes veces a la plaza de Oriente, pues nos pillaba muy cerca de casa (ya de más mayor recuerdo que iba a esta plaza con los amigos del barrio a jugar a las carreras ciclistas con chapas).
Ahora, caminando por la Plaza de Oriente, encontramos artistas callejeros y algún que otro entretenimiento destinado para los adultos pero no para un público infantil. Nada parecido a este cochecito que, a paso lento y con un reposado traqueteo, divirtió a numerosas generaciones. Otro de los muchos recuerdos de Madrid que ahora observamos con nostalgia y que, complicadamente, regresarán a nuestras vidas.
Nota.- He sabido que, ya en el siglo XIX había una atracción similar en el Paseo del Prado, en este caso, de cochecitos tirados por dos cabras y de la que desafortunadamente no existen imágenes.
Iglesias. Iglesia de San Ginés.-
La iglesia de San Ginés es una de las más antiguas de Madrid. Está situada en el número 13 de la calle del Arenal (a unos 80 m. de la Puerta del Sol) y es en ella donde hice la Primera Comunión.
Curiosamente, una de las obras de arte más importantes de cuantas se conservan en Madrid, paradójicamente no se puede admirar en unas de sus ilustres pinacotecas sino en esta iglesia, en la que, en su interior se guarda un fabuloso secreto que lleva la rúbrica de El Greco.
Estamos hablando de la obra titulada ‘Expulsión de los Mercaderes del Templo’ o también conocida como ‘La purificación del Templo’.
La historia de esta obra es de lo más singular. Fue donada a la parroquia en el año 1700 por un miembro de la Real Congregación del Santísimo Cristo de la Redención a cambio del pago de la redención de su alma.
La iglesia atesora más historias curiosas. Una de ellas está relacionada con un tal Alonso de Montalbán, un caballero al servicio de los Reyes Católicos que estuvo a punto de ser zampado por un cocodrilo en América. Mientras luchaba con el caimán, el hombre recabó la ayuda de la virgen de los Remedios para salir bien del trance.
De vuelta a Madrid sano y salvo, pagó una talla de esa Virgen, que complementó con el reptil disecado a sus pies. Instaló ambos en San Ginés.
Nadie previó que el exótico animal atraería la atención de los feligreses más que cualquier imagen religiosa. El hecho incomodó tanto a las autoridades que ordenaron la retirada del animalillo. No se sabe adónde fue a parar, probablemente a algún almacén eclesiástico donde permanecerá olvidado.
En torno a esta iglesia de San Ginés existen dos curiosidades.
Una de ellas es que adosada a sus muros se encuentra una de las librerías más antiguas de España, la Librería San Ginés.
Situada, como se ha dicho adosada a la iglesia de San Ginés, entre la calle Arenal y la calle Mayor, en el pintoresco Pasadizo de San Ginés, cerca de la chocolatería más famosa de Madrid, en ella se pueden encontrar auténticas joyas literarias. Sus orígenes se remontan al siglo XVII, ya que el primer librero del que se tiene constancia fue Diego Logroño, en 1650.
Su especialidad son los libros antiguos y de segunda mano, desde narrativa a manuales técnicos de medicina, arte o filosofía. En las mesas colocadas a pie de calle se mezclan ejemplares únicos y especiales con guías de la ciudad o referencias de política, lo que, unido a sus grandes oportunidades a precios económicos, convierte a este santuario de las letras en un paraíso de coleccionistas y curiosos.
La otra es una de las chocolaterías más famosas de Madrid, la Chocolatería de San Ginés, situada a la derecha del Arco de San Ginés, que da paso al pasaje del mismo nombre. Cuando yo era niño, la Chocolatería de San Ginés era solo churrería y a ella iba a comprar los churros, porras y buñuelos para desayunar.
La iglesia de San Ginés cuenta con su leyenda, esta es la Leyenda del Guardián de San Ginés.
Según esta leyenda en la iglesia de San Ginés sucedieron unos hechos terroríficos en el año 1353. Bajo el reinado de Pedro I, unos ladrones se adentraron en el citado lugar sagrado para saquear cualquier objeto de valor: joyas, cálices, ornamentos, etc.
Sin embargo, no repararon en la presencia de un anciano que se encontraba orando en dicho momento. Los malhechores, sin contemplaciones, se emplearon a fondo, con crueldad y sin piedad alguna; le decapitaron con tal brutalidad que la cabeza estaba prácticamente separada del cuerpo. Un reguero de sangre daba testimonio de aquel terribles día.
Este suceso envolvió de tristeza el barrio. El hecho se convirtió en terror cuando una sombra sin cabeza se presentó días más tarde en la citada iglesia. Esta visita inesperada volvió a repetirse con un único fin: revelar la identidad de sus asesinos. Estos acontecimientos trascendieron a todo el territorio hasta que los ladrones fueron capturados, prendidos y condenados a muerte por orden del rey. Así, los asesinos fueron precipitados al barranco.
Pero, contra pronóstico, aquel final no sellaba su descanso. Pues, varios mendigos han sido testigos de ruidos extraños, que se ha unido a la sensación de estar siendo observados. Un testimonio escalofriante que invita a los más osados, al menos por curiosidad, a corroborar o desmentir tal experiencia en primera persona.
Así que, desde entonces, el fantasma de este hombre se levanta y como guardián parece vigilar para que un hecho así no vuelva a pasar. Un guardián que impone respeto pues lleva 668 años muerto.
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